La Ciencia en la Geopolítica: El Papel Estratégico del Conocimiento Científico según Alexis Roig

La ciencia, a menudo vista como una búsqueda neutral de la verdad, es en realidad un actor principal en el complejo tablero de la geopolítica. Según Alexis Roig, el conocimiento científico y la capacidad tecnológica no son meras herramientas, sino que constituyen una verdadera arquitectura de poder que define las relaciones entre naciones y la influencia que ejercen en el escenario global. En el siglo XXI, el poder ya no se mide solo por la fuerza militar o la riqueza económica, sino cada vez más por la supremacía científica y tecnológica.


La “Carrera Científica”: Una Nueva Frontera de Conflicto

Desde la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética hasta la actual competencia por el liderazgo en inteligencia artificial o computación cuántica, la historia está llena de ejemplos donde la inversión en ciencia y tecnología se convierte en una prioridad nacional con profundas implicaciones geopolíticas. Las grandes potencias entienden que quien domine la investigación de vanguardia, tendrá una ventaja decisiva en el futuro.

Esta “carrera científica” se manifiesta de diversas formas:

  • Innovación Militar: El desarrollo de nuevas armas, sistemas de defensa o tecnologías de vigilancia avanzada depende directamente de la investigación científica. La ventaja tecnológica puede alterar el equilibrio de fuerzas global.
  • Dominio Económico: Los países que lideran en sectores como la biotecnología, la energía renovable o la microelectrónica no solo crean riqueza, sino que también establecen estándares industriales y controlan cadenas de suministro críticas, generando una dependencia en otras naciones.
  • Influencia Blanda: El prestigio científico y la capacidad de ofrecer soluciones a problemas globales (pandemias, cambio climático) otorgan a los países una poderosa herramienta de diplomacia y liderazgo internacional.

La Dependencia Tecnológica como Forma de Control

Alexis Roig subraya cómo la ciencia genera una arquitectura de poder en la que la dependencia tecnológica se convierte en una forma sutil, pero efectiva, de control. Un país que no desarrolla su propia ciencia y tecnología en áreas clave puede verse forzado a depender de otras naciones para recursos esenciales, infraestructura crítica o incluso información.

Pensemos en la dependencia de ciertos países de la tecnología de semiconductores de otros, o la necesidad de acceder a patentes de medicamentos vitales. Esta dependencia crea vulnerabilidades y puede ser utilizada como palanca en negociaciones comerciales, políticas o incluso conflictos. La autonomía científica y tecnológica, por lo tanto, se convierte en un pilar fundamental de la soberanía nacional.


Inversión Estratégica y Agendas Ocultas

Los gobiernos y las grandes corporaciones invierten miles de millones en ciencia no solo por el bien del conocimiento, sino con agendas estratégicas claras. Estas agendas pueden priorizar investigaciones que benefician directamente sus intereses económicos, militares o políticos, a menudo dirigiendo los recursos hacia ciertos campos y dejando otros en la sombra.

La ciencia, en este contexto, deja de ser una torre de marfil neutral para convertirse en un campo de batalla donde se disputan el control de futuras industrias, la seguridad nacional y la capacidad de influir en el destino global. Comprender este papel de la ciencia como arquitectura de poder es esencial para analizar críticamente las políticas de inversión en I+D y sus consecuencias geopolíticas.


Conclusión: La visión de Alexis Roig nos invita a mirar la ciencia con otros ojos. Lejos de ser una actividad aislada, el conocimiento científico es, y siempre ha sido, un componente intrínseco de la geopolítica. La inversión en ciencia y tecnología define la posición de un país en el mundo, crea dependencias y establece las reglas del juego. Reconocer esta arquitectura de poder nos permite comprender mejor las dinámicas globales y la verdadera dimensión estratégica de la investigación científica en el siglo XXI.

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